A propósito del discurso de apertura del período ordinario de sesiones de la Legislatura Provincial.
Tibio, cauto, moderado, optimista. Quizá demasiado de todos esos calificativos. Al Gobierno nacional le agradeció el apoyo y el financiamiento de obras como el cierre de la Circunvalación. Tibio. Admitió que el año que pasó fue duro y que tuvo que tomar medidas que garantizaran la solvencia del Estado provincial y "revirtieran" la dependencia financiera con la Nación. Tibio. La opresión del poder central en 2008 fue tan extrema que lo obligaron a recortar haberes y subir impuestos. Pero el gobernador no pasó facturas. ¿Una explicación posible? La dependencia financiera sigue tan dura como entonces: este año la Nación tiene que enviar 690 millones para la Caja, reconocer en algo la deuda de 1.200 millones para poder levantar la emergencia y, además, refinanciar al menos otros 600 millones de pesos de la deuda provincial.
Schiaretti también reiteró que seguirá, con todas las letras, defendiendo al campo. Tibio, porque no habló ni una vez de la necesidad de que Cristina Fernández de Kirchner alivie o al menos suspenda temporariamente las retenciones a la soja. Luego del quiebre del Frente Cívico la semana pasada, da la impresión de que la cuerda a tensar ahora es la del delasotismo. Fue, otra vez, cauteloso, quizá demasiado. Es que Schiaretti enfrenta un dilema moral: se supone que si algo está mal ahora, antes –cuando Schiaretti fue ministro o vicegobernador– también estaba mal. Es el caso del ex Ipam o de las tragamonedas. Esta gestión desarmó el esquema gerenciado de De la Sota y ayer Schiaretti celebró que la plata ahora puede ir directamente a los afiliados. ¿Y antes?
Dijo que la sobreganancia por el juego que antes se llevaba CET –una sociedad de Roggio y Carusso– ahora se convirtió en un impuesto que permitirá que el Paicor sirva un desayuno (¿cuántos, por cuánta plata?) fortificado con hierro. Pero el impuesto no se cobra sobre las ganancias de CET, sino sobre lo que gana el apostador. O sea: si había sobreganancias, seguirá habiéndolas.
El gobernador admitió que se "vio obligado" a declarar la emergencia previsional para "salvar la Caja" y que de ahora en más no habrá jubilaciones de privilegio, de ésas que permitían que cualquiera (con servicios ad honorem o aportes comprados) se jubilaran en Córdoba. Siempre hubo de estos casos, pero el abuso de esta flexibilidad se dio entre 2001 y 2003, mientras él estaba en el Gobierno. Criticó al delasotismo, sí. Pero fue tibio.
Si la edificación de un nuevo centro cívico –del que hace 40 días que se habla sin precisiones oficiales– es tan vital, la Legislatura debería haber sido el espacio para que el gobernador explicara cómo este proyecto le va a cambiar la cara a la ciudad. En realidad, de lo que se necesitan explicaciones es de cómo va a pagarlo y cuál es la idea oficial sobre las 24 hectáreas de la Casa de Gobierno y el Pablo Pizzurno.
Hubo una escasa referencia a la crisis en el empleo, en una coyuntura en la que líderes mundiales advierten que será aún peor que lo esperado. No mencionó que hay al menos 160 empresas que evalúan suspender personal y reiteró que el Estado subsidia con 400 pesos a las Pyme (aunque ninguno aún se pagó). Quizá en este capítulo, lo que menos se aconsejaba era optimismo.