lunes, 29 de octubre de 2007
Sí Cristina, dígame

El crecimiento tapa todo. Aun los debates más genuinos que podrían tener lugar en épocas de vacas gordas –y que las provincias necesitan con desesperación– quedarán para después. Cristina de Kirchner al mando de la Argentina durante los próximos cuatro años es la garantía de que todo seguirá igual. Una garantía lamentable para provincias como Córdoba, que son testigos de una sangría imparable de fondos que regresan diezmados y sólo si medió un peregrinar político.
El gobernador electo Juan Schiaretti deberá repetir los mismos pasos que su jefe, José Manuel de la Sota, tejió con el poder central. Tejer es una manera muy generosa de decir, porque desde 2003 a esta parte es poco lo que los gobernadores pudieron entrelazar e intercambiar con el Presidente de los argentinos. Más bien, debieron subordinarse y acatar.
Lo que se va
Con buen clima y precios internacionales aún mejores, la campaña cordobesa 2006/2007 superará los 5.400 millones de dólares, de los cuales el fisco nacional se quedará, como mínimo, con unos 1.100 millones de dólares. Para 2007, Córdoba presupuestó ingresos (propios y nacionales) por 5.731 millones de pesos, por lo que el aporte del campo a la caja central equivale al 61 por ciento del presupuesto provincial. Serán todavía más si se tienen en cuenta dos cosas posibles: mejores precios internacionales y una suba de al menos cinco puntos en las retenciones a la soja, trigo y maíz.
Ahora, esos millones de dólares van a un pozo negro que los gobernadores miran de afuera, porque no se coparticipan por las vías legales que la república federal ha planteado. Desde 2003 a esta parte quedaron en manos de Néstor Kirchner y fueron los cimientos con los que edificó su poder primero y aspira a trasladárselo a su mujer.
Schiaretti quiere que Córdoba sea reconocida por semejante aporte a las arcas nacionales. Pero no existe esa palabra en el vocablo kirchnerista. Deberá conquistarlo con favores, muchos, hasta que alcancen para remontar los malos términos con los que cerró su relación de la Sota con el matrimonio oficial. Por lo tanto, toda la obra pública que ejecute el Gobierno nacional en Córdoba dependerá de las buenas artes que sepa plantear el próximo gobernador o de los desaires que sea capaz de aguantar los próximos cuatro años.
Al respecto, es público el compromiso de los Kirchner con la culminación de la autopista a Rosario o del inicio de la autovía a Río Cuarto, por caso. Pero pocos saben que el 75 por ciento de cada casa que se hará del programa Hogar Clase Media proviene de la Nación. El conflicto por los terrenos elegidos para esas viviendas y las demoras en avanzar quedó acotado exclusivamente a la Provincia. Pero la demora en el giro de los fondos nacionales es una de las razones de la lentitud del plan, pero el temor a las represalias aquí en Córdoba es tal que ningún funcionario local salió a echar un poco de tierra al Ministerio de Planificación.
Más acuciante aún
Por supuesto que de la bendición o no de Cristina dependerá que Córdoba tenga más o menos obra pública. Pero hay otras dependencias más visibles y preocupantes. Una es la Caja de Jubilaciones. Después de más de cinco años de esperar una auditoría, la Anses determinó que el déficit anual del sistema previsional provincial es de 833 millones de pesos, sobre un gasto total anual de 2.300 millones. Para 2007, el Gobierno nacional había presupuestado un envío de 500 millones de pesos (que está demoradísimo) y para 2008, lejos de subirlo, lo redujo a 447,6 millones.
Schiaretti quiere que, para evitar sugestivos atrasos en el envío de las partidas, el envío de esos fondos sea automático, como la coparticipación. Pero la discusión que se viene no será sólo de forma, sino de fondo: hay que plantear un aumento de nada menos que del 50 por ciento en la partida.
Quedan otras dos discusiones pendientes. La más urgente es la del canje de deuda provincial: los gobiernos federales tienen todavía el grueso de su deuda indexada con CER, que le sigue los pasos a la inflación. Este mecanismo es responsable del crecimiento de 700 millones de la deuda de Córdoba en los últimos dos años, por caso y la obligó, año por año, a peregrinar en búsqueda de ayuda. Siempre logró apenas la mitad de la plata que necesitaba. Nada indica que con Cristina será diferente: es en ese peregrinaje donde consolidará su poder.
El otro debate que también tiene pocas chances de producirse es el de la coparticipación federal. Todas las provincias quieren un reparto más equitativo (léase, más plata) y este Gobierno nacional poco tiene de republicano: engulle todo. Por lo tanto, el margen de Córdoba para debatir cuestiones centrales al federalismo será acotadísimo. Y más aún la posibilidad de disentir.
 
posted by Laura González at 15:03 | Permalink | 0 comments
domingo, 28 de octubre de 2007
Faltó de todo
En esta elección faltó de todo. Faltaron boletas opositoras, faltaron fiscales, faltaron presidentes de mesa, faltaron votantes, faltó pasión. Faltaron buenos candidatos, faltaron propuestas debatidas a fondo, faltó que nos digan qué piensan hacer si cae el precio de la soja o si la gente se rebela contra el 5% que el Indec dice que subieron los precios en el año.
Faltó compromiso.
Faltó de todo.
 
posted by Laura González at 15:25 | Permalink | 2 comments
martes, 23 de octubre de 2007
Ay, si uno supiera...
Es fácil ahora decir que habría que haber abandonado la convertibilidad allá por enero de 1999, cuando Brasil devaluó el real. Así nos ahorrábamos lo costosísimo que resultó después salir del uno a uno. Es fácil ahora decir que en agosto o setiembre de 2001 tendríamos que haber sacado los ahorros de los bancos. Así muchos nos hubiéramos evitado la amargura y la impotencia del corralito. Es fácil lamentar ahora cómo no se guardaron entonces algunos dólares o euros en billetes que ahora valen varias veces más.
Como en la vida, es fácil decir ahora lo que hubiera que haber hecho cuando las cosas ya pasaron. La sabiduría está en tomar la mejor decisión cuando no es posible aventurar todavía las consecuencias.
Esta reflexión es para plantear una pregunta: ¿hay que frenar el crecimiento? ¿Un poco, poquito o nada? ¿Cuáles serían sus consecuencias?
Los ex presidentes del Banco Central argentino, Mario Blejer y Alfonso Prat-Gay economistas de larga trayectoria, tienen posturas opuestas al respecto. Y entre sus colegas las aguas están divididas.
En general hay coincidencia en que la demanda está demasiado exacerbada en la Argentina. Pero están los que dicen que hay que frenarla moderando la suba de salarios, seduciendo a la gente con instrumentos creíbles para que ahorre y cerrando el grifo de la emisión de pesos para sostener el valor del dólar. En la vereda del frente, están los que hablan de que no hay que tocar la demanda (a lo sumo, como Blejer, controlar su crecimiento) y dedicarse a trabajar sólo en el aumento de la oferta, con reglas claras que propicien la inversión.
Mientras el debate sobre lo que habría que hacer en materia económica en 2008 está instalado (por más que uno presuma que la futura presidenta ni siquiera escuche las sugerencias), el Gobierno sigue cocinando el mismo menú.
En setiembre el fisco devolvió Ganancias a 300 mil asalariados. Significaron mil millones de pesos de una sola vez y otros 500 millones de aquí a fin de año, por la baja del impuesto. Aumentó jubilaciones y pensiones y lo último: le pidió a los bancos que reaviven los préstamos personales y las cuotas a largo plazo sin interés. La consigna es que la gente gaste, que la rueda no se frene, que el consumo siga empujando el crecimiento. Está claro que Kirchner quiere despedir su primera gestión de Gobierno abrochando otro año con tasas superiores a ocho por ciento, sin medir si el costo a pagar por semejante fiesta, como dice Prat-Gay, será demasiado alto. O no, quién sabe.
Porque si uno supiera cuál de las dos recetas (frenar o no frenar el crecimiento) es la más conveniente, sería Gardel.
 
posted by Laura González at 13:05 | Permalink | 3 comments
miércoles, 10 de octubre de 2007
Ja!
Van a bajar 5% los precios, seguro. Desde ahora y hasta el 10 de diciembre se van a quedar ahí.
Este año, los aumentos acumulados a diciembre serán de sólo el 6%.
En diciembre de 2007, al término del mandato de Kirchner, la autopista a Rosario va a estar terminada.
El plan Inquilino a Propietario del Gobierno nacional será para que la cuota del crédito hipotecario reemplace al alquiler.

Ja!
¿Algo más?
 
posted by Laura González at 12:48 | Permalink | 0 comments
domingo, 7 de octubre de 2007
Un diagnóstico equivocado
La combinación de un fortísimo crecimiento con un dólar obstinadamente alto tiene como consecuencia la aceleración de los precios. Hay consenso sobre qué medidas hay que tomar, pero se requiere que la dirigencia admita que parte de un diagnóstico incorrecto.

Lo más angustiante que le puede suceder a una persona es tener un mal diagnóstico. Así como es grave que lo traten del hígado si el problema está en el páncreas, es preocupante que la administración kirchnerista esté convencida de que la inflación es culpa del crecimiento y no de los instrumentos de política económica que esta gestión aplica.
La inflación es el síntoma de que la economía está recalentada; no la causa. Por lo tanto, lejos de celebrar que la gente consuma y presione sobre una oferta que no da abasto, habría que buscar las razones que expliquen realmente lo que está pasando, de modo que el mal se pueda atacar de manera correcta y gradual.
Preocupa que los funcionarios actuales crean que la suya sea la verdad revelada. Un economista que se codea con colegas que forman parte del Gobierno llegaba a una singular conclusión: yo aceptaría que me dijeran “okey, entiendo todo lo que vos me estás diciendo, pero hasta que pasen las elecciones el Gobierno va a seguir con este discurso”. Pero su preocupación es que están convencidos de que cuentan con un diagnóstico correcto y que un “poco” de inflación es el precio que hay que pagar para seguir creciendo.
Un poco más
El problema es que ya no se trata de un poco de inflación. Cuando la suba de precios llega a 12 ó 15 por ciento anual, no se queda ahí: toma envión para seguir subiendo.
Todos los manuales de teoría económica indican que no se puede compatibilizar un dólar alto con baja inflación. Eso fue posible entre 2002 y 2005, cuando el aparato productivo de la Argentina estaba apagado y los salarios vivieron meses completos sin moverse un décimo.
Desde 2005 a esta parte, el dólar se devaluó respecto del resto de las monedas del mundo y, si bien el peso apenas cayó dos por ciento en relación con el dólar, se depreció respecto del euro, del yen y de todos sus pares a un ritmo de siete por ciento anual.
Esa depreciación –que el argentino no ve– significa que se importará del exterior algo de inflación y que los artículos nacionales que se venden afuera con esas monedas buscarán ganar el terreno perdido.
Si a eso se agrega que la capacidad instalada de las fábricas llegó a ocuparse en plenitud y se dieron aumentos salariales generosos en todos los sectores, se alteró demasiado la delicada ecuación entre oferta y demanda.
Pero el broche de oro lo pone el Banco Central, porque es el responsable directo de mantener el dólar por encima de tres pesos, como le gusta a Néstor Kirchner (y a todos los industriales que ahora dicen estar preocupados por la suba de precios). Dicho de otra manera, el Central es el artífice de que el peso se deprecie. Una moneda que vale cada vez menos –aunque los ciudadanos no se den cuenta– necesita de una medicina correcta si la intención es frenar esa caída.
Para el que venga
Será difícil la tarea del economista del próximo gobierno. Si continúa Miguel Peirano con la hasta ahora senadora Cristina Fernández de Kirchner, estamos frente a alguien que viene con las radiografías equivocadas bajo el brazo.
En el caso de que el sucesor fuese Mario Blejer o alguien de una escuela similar, ¿qué se supone que les dirá la primera dama cuando cambie el diagnóstico?
Si la prioridad es estabilizar los precios, la receta es simple: hay que dejar caer el dólar (por lo tanto, suspender las compras que el Banco Central ha realizado obediente, con excepción del último mes, cuando debió vender ante la convulsión internacional) y hay que subir la tasa de interés, de modo que quien hoy tiene un obsceno incentivo a gastarse todo lo que gana (y lo que ganará en los próximos 12 meses), lo piense dos veces e, incluso, hasta decida ahorrar una parte de ese ingreso.
La nueva placa no significa que la Argentina deba caer en una recesión: es preferible crecer a cinco por ciento muchos años más, en lugar de pocos años a nueve por ciento, con la triste certeza de que la implosión llegará y el cimbronazo será costoso. Crecer a cualquier costo es centrarse en ganar lo más que se pueda en el corto plazo, pero a costa de poner en riesgo el mediano plazo.
México, Brasil y Chile decidieron privilegiar la estabilidad de precios, para crecer a tasas más moderadas. Eso aceptó hacer hace cuatro años el presidente Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.
Pero, claro, eso supone voluntad política para soportar el pataleo de los sectores afectados.
En la Argentina, vendrán los que sustituyen importaciones a reclamar que con un dólar a 2,20 ó 2,40 pesos no pueden competir. Vendrán los exportadores para decir que la rentabilidad no es la de antes y que el Estado no les puede seguir “chupando” 20 por ciento de sus ingresos en concepto de retenciones, que trepan a 27,5 por ciento en el caso de la soja.
Y luego estará el ejército enorme de ciudadanos argentinos que viven del grifo del Estado y que pondrán el grito en el cielo porque se achicarán los recursos fiscales y, desde luego, se reducirá (y quizá mucho) el superávit fiscal, con el agravante de que la caja que se achicará será la que Néstor Kirchner maneja a su gusto y antojo, ya que no se coparticipa, y le permite subordinar políticamente a todos los gobernadores e intendentes.
¿Tendrá Cristina Kirchner (si las encuestas tienen razón y se consagra presidenta) el coraje suficiente como para plantarse ante estos reclamos y confiar en que es correcta la receta para bajar la inflación?
La percepción es que no. Que le podrá decir “sí, sí, vamos con tu plan” a su ministro de Economía, pero que ante el primer cimbronazo lo dejará colgado del pincel para volver a su diagnóstico inicial: la inflación es la consecuencia de un alto crecimiento y es preferible eso a crecer más lento.
Es innegable que el nivel de actividad que hace cinco años repite el país es una noticia tan buena que tapa todo lo que se pueda objetar. Pero creer que para mantenerlo los trabajadores deben soportar una inflación superior a 20 por ciento anual es un diagnóstico equivocado o al menos doloroso para el grueso de la población.
Un cuadro de situación mal planteado no se acepta hasta que se llega a un estado terminal, al menos en los códigos “K”. Cuando la gravedad de la inflación sea incontenible, es posible que la dirigencia actual acepte cambiar la medicina.
Pero, como siempre ha pasado en la historia argentina, de las hecatombes no se sale gratis. El mundo le está ofreciendo tantas excelentes oportunidades al país que sería una pena tirar al abismo los próximos tres o cuatro años para después volver a estar en el mismo lugar.

© La Voz del Interior
 
posted by Laura González at 13:57 | Permalink | 1 comments