Néstor Kirchner está urgido por recuperar votos de la clase media urbana, ésa que puede hartarse de la protesta del campo. El agro todavía no comprendió que el escenario cambió. Dicen que cuando Néstor Kirchner miraba por televisión los empujones que protagonizaban algunos productores rurales en Gualeguaychú, parados encima de la ruta 14, festejaba. No hay que darle muchas vueltas: el ex presidente de la Nación argentina necesita para hacer campaña un enemigo al cual atacar. ¿La crisis internacional? Demasiado difusa. ¿Los planes de Barack Obama, que se reproducen aún sin acertar? Muy lejanos.
Tiene que ser alguien al cual se le pueda poner nombre. Y si también cabe un apellido, mejor. Para eso ya ha prohijado dos: el campo y los medios de comunicación. Al primero le repitió por enésima vez que no bajará el 35 por ciento de retenciones a la soja; para el segundo, presentó un proyecto de ley que obliga a varios grupos de medios a elegir cuál de los negocios quiere conservar: el servicio de cable o los canales de TV, el servicio de cable o la telefonía, entre otras limitaciones que, en realidad, buscan condicionar a la prensa. La intención es que el Congreso de la Nación lo trate este año. O, dicho de otra manera: antes de que en diciembre se renueven la mitad de ambas cámaras, no vaya a ser cosa que en las elecciones del 28 de junio el oficialismo pierda la mayoría ajustadísima que hoy conserva.
Rótulos. Egoísta, antisolidario, oligarca, golpista, extorsivo. Los rótulos que el oficialismo utilizó para el campo el año pasado adquieren otro sentido ahora, cuando el Gobierno anunció que cederá a gobernadores e intendentes 30 por ciento de lo que recauda por las retenciones a la soja y cuando el viento de cola pasó a ser vendaval de frente para todo el mundo y no sólo para el precio de los granos.
De nada sirve decir que, entre 2003 y 2008, el Estado se quedó con casi 25 mil millones de dólares de retenciones a la soja que no coparticipó. O que el año pasado Cristina dijo que no se podían coparticipar porque son derechos aduaneros, de jurisdicción nacional, y ahora sí se le puede buscar la vuelta. La intención es otra: coparticipar también el conflicto con gobernadores e intendentes.
Pero lo cierto es que 30 por ciento es mejor que cero. Y también es cierto que en este 2009 son muchos los sectores que han dejado de ganar o que directamente han perdido. El obrero suspendido no evalúa si el productor arriesga su capital. Se quedó sin trabajo o cobra 30 por ciento menos. Y, en definitiva, el trabajo es su único capital.
A ver: la esencia del reclamo agropecuario es justa. Se perdió, por la sequía y porque los altos costos desincentivaron el cultivo, el 48 por ciento del trigo y el 35 por ciento de la producción de maíz. La soja salva la ropa: quizá se produzcan 44 millones de toneladas, apenas tres millones menos que el año pasado. Pero vale 35 por ciento menos que entonces.
A un productor dueño de la tierra que hace soja en 100 hectáreas, a un rinde de 22 quintales (bajos por la sequía), le quedan limpios 210 dólares por hectárea, y al Estado, 260 dólares, según datos de la Fundación Libertad, de Rosario. Son casi 6.500 pesos por mes. Si el que la trabaja no es dueño –y eso le pasa a siete de cada 10 productores cordobeses– pierde 330 pesos por cada hectárea en la que hizo soja, mientras que el Estado se lleva 962 pesos sin mirar ni una vez el cielo o los precios.
Hay justicia en el reclamo rural, pero se quedó sin comprensión social. Sobre todo de los sectores medios urbanos, que el año pasado hasta apoyaron con cacerolas el reclamo del campo. El mensaje entonces era fácil de simplificar: resolución 125 = 44 por ciento de retenciones. ¿Cómo se traducen fácil y rápido los números actuales?
La protesta en las rutas está desarmada y hay pocos productores. Algunos dicen que es porque están trillando soja, pero el año pasado hicieron lo mismo y se turnaron: algunos trabajaban, otros protestaban. Otros dicen que temen desbordes, que la Gendarmería ha liberado algunas rutas y que la violencia dará el mejor argumento al Gobierno para cumplir su objetivo.
¿Y a qué apuesta Néstor? El ex presidente está urgido por recuperar algunos de los votos urbanos del interior. Y sí, aunque suene inconsistente, pretende –siempre en su estrategia de dividir y confrontar– seducir a ciudadanos hartos de la protesta del campo.
Néstor entendió, en 2001, que su electorado era el que quedó desencantado por el fracasado proyecto de la Alianza. Ganó en 2003 y convalidó en 2005. Pero, pese a los subsidios a la luz, el gas, el agua potable, la leche, el aceite y la carne, el 28 de octubre de 2007 la clase media le dio la espalda a Cristina Fernández de Kirchner.
La Presidenta ganó gracias al conurbano bonaerense y al interior del país. La votaron los productores agropecuarios. En Entre Ríos obtuvo el 45 por ciento y en Santa Fe, 35,7. Pero perdió en las principales ciudades, como Rosario, Santa Fe y Córdoba. En esta última, salió apenas tercera, con el 19,3 por ciento de los votos, detrás de Roberto Lavagna (39,22) y de Elisa Carrió (22,24 por ciento).
Pero no pasó lo mismo en el interior cordobés. En los departamentos Unión, Roque Sáenz Peña y Marcos Juárez se cultiva el 44 por ciento de la soja que produce Córdoba. En cada uno de los dos primeros obtuvo el 31 por ciento y en Marcos Juárez, Roberto Lavagna le sacó apenas 412 votos de diferencia a la mandataria, que quedó segunda, con el 26,7 por ciento. ¿A qué piso caerá en los pueblos que respiran gracias al campo?
Por eso es que tiene que compensar. Y el conurbano bonaerense, si bien es clave, no alcanza. Allí se originan 23 de cada 100 votos de todo el país y en octubre de 2007 los mejores resultados (el sur de La Matanza, Florencio Varela, José C. Paz) orillaron el 54 por ciento. ¿Con cuánto tendría que arrasar allí Néstor Kirchner al frente de la lista para recuperar los votos del campo que perderá?
Necesita mejorar su caudal en las urbes, allí donde pueda haber desabastecimiento, suba de precios y un culpable a quien atacar.
El campo no entendió que el escenario cambió y que un método de protesta que el año pasado logró voltear a la 125 hoy se le puede volver en contra. Por más que la Mesa de Enlace diga que no, de la banquina a la ruta hay apenas un paso.
Elecciones. Los dirigentes agropecuarios no pierden la esperanza de que el oficialismo baje las retenciones, pero todavía no logran convencer a 129 diputados ¡de las provincias!, para que traten un proyecto al respecto.
El Congreso es un camino; las urnas, otro; aunque el anticipo de las elecciones al 28 de junio desarticuló al campo, sin candidatos y centrado sólo en bajar el 35 por ciento.
El matrimonio presidencial no cedió el año pasado, cuando ardía el país. No lo hará ahora, por más que se sumen comerciantes, obreros, industriales y docentes, como sucedería mañana en Armstrong o como ya pasa en Cruz Alta. Y si arde el país, el odio visceral será la sinrazón que explique también el accionar del campo. Como si también fuese cortado con la misma tijera.