miércoles, 14 de mayo de 2008
Un país con mucha tierra encima

El conflicto que desató el campo ya no es por la suba de las retenciones, sino por otro modelo de país. Pero la Nación sigue sin acusar recibo del costo del conflicto.



Algunos sienten que el gobierno de Cristina de Kirchner cavó un pozo, saltó adentro y se tiró tierra encima. Y que ahora le da vergüenza mostrarse embarrado, pero que aún no advierte que el costo de quedarse bajo tierra es altísimo.

Hay que hacer la prueba y viajar. La nafta sigue barata -pese a un petróleo a 124 dólares el barril- y las rotas y abarrotadas rutas del interior están casi vacías. No hay camiones que lleven granos al puerto, enhebrando esa postal que habla de un país productivo, en movimiento, creciendo.

Hay problemas en las fábricas y, si todavía no aparecieron en masa las suspensiones, es porque los gerentes, impávidos, esperan que aparezca una solución que, a simple vista, parece simplísima.

Un mejor ejercicio sería sobrevolar la pampa sojera. La silueta de los silo-bolsas se multiplica en los campos cordobeses, signo de que el grueso de la cosecha permanece campo adentro y de que el productor entró en la lógica "yo no cobro, pero vos, Estado, tampoco". Quienes conocen de la marcha interna de la recaudación nacional confiesan que el impacto del boicot a los granos exportables ya se siente.

Las cadenas de pago del interior están todas cortadas. La plata que hoy tienen los gringos, que antes iba a departamentos, a máquinas nuevas, a autos y a todo lo que se vende en el pueblo, hoy está ahí, quieta: mitad en el silo y mitad en dólares frescos que no van a invertir.

El país está parado. No se ve en el Gobierno nacional capacidad de reacción ni voluntad para revertir la situación. No estamos discutiendo el derrumbe del sistema financiero local por culpa de la crisis hipotecaria de los Estados Unidos o el cierre de los mercados externos por alguna maniobra unilateral de China. Es un problema que se engendró en la Argentina: una decisión del Gobierno nacional que se corrige con otra decisión del Gobierno nacional, aunque quizá ya no alcance para revertir los daños.

En cinco meses, se pulverizó la imagen de la Presidenta. Hay extremistas que reeditan el improbable y riesgoso "que se vayan". Pero si se mezcla esto con cacerolazos espontáneos y encuestas de imagen que el Gobierno no quiere difundir, el cóctel de desconfianza es cada vez más amargo. Con un dato que causa escozor: colas de ciudadanos comprando dólares, bancos que tientan a sus clientes con más tasa para que renueven sus plazos fijos y plena incertidumbre sobre la inflación que se avecina. Una postal que nadie quiere volver a ver.

En medio de la maroma, aparece la posibilidad de que Juan Schiaretti conforme una especie de liga de gobernadores que haga frente al poder central. Sería el mediador ante el Gobierno nacional, pese a que ya está escrito el final: hablará solo.

Pero lo que emerge con la protesta del campo es la discusión de otro modelo de país. Ya no importa una retención de 35 o de 39 por ciento, como admitió ayer el propio Eduardo Buzzi, de Federación Agraria. Está en juego el federalismo real, cuánto queda en Buenos Aires de lo que se genera en el interior.

Es cada vez menos digerible que haya productores que hacen que los Kirchner tengan una caja que desborda y que el pueblo no tenga cloacas ni hospitales ni una buena escuela. Pero el tiempo pasa. Y día tras día, todos tenemos más tierra encima.
 
posted by Laura González at 10:50 | Permalink |


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