Nadie quiere nombrar la palabra. Como si al decir “señores, hay que ahorrar” se convocase una serie de conjuros malignos o el que la pronunciara fuera a ser sometido al escarnio público o a las pedradas propias de la Edad Media.
Nadie en esta Argentina cercada por el frío ha dicho que hay que ahorrar energía. Al menos seriamente, ningún funcionario nacional, provincial o municipal había dicho, hasta ahora, que los argentinos tenemos que ahorrar.
Hay que ahorrar por la sencilla razón de que lo que producimos, más lo que importamos, no alcanza. El presidente Néstor Kirchner creyó que los inviernos no serían fríos durante su gestión y se demoraron las inversiones necesarias para ampliar la oferta de gas y de luz. Con suerte, estarían en 2009, 2010 ó 2011.
Pero no tiene caso hablar de lo que no se hizo antes. El problema es la coyuntura y hay que arreglárselas con lo que hay. Lo que pretende la Nación es preservar de los cortes de gas y de luz a los hogares. Y está muy bien, si no fuese porque 75 por ciento de los hogares pobres, por caso, ni saben lo que es el gas. O porque esta tarifa barata empuja a que el grueso de los hogares (no pobres) no sea consciente de que calefactor o estufa que enciende hoy significa que es una empresa que deja de producir.
Los industriales querían que la Secretaría de Energía les suspendiera el expendio de GNC a los particulares, para utilizar ese cupo liberado y encender sus máquinas.
Pero la ola polar complicó los planes y el cupo que dejaron de usar los autos a gas lo usan ahora los hogares.
En mayo, la industria de Córdoba sufrió cuatro días de “gas cero”, ocho en junio y tres en lo que va de julio. El resto de los días tuvo alrededor de 50 por ciento del gas normal. Desde fines de mayo, no pueden usar toda la potencia eléctrica de 18 a 23, que después fue de 16 a 24. Hoy es el cuarto día del año en que las estaciones de GNC están cerradas.
Los recursos escasos ponen a la dirigencia política en un dilema. Como decía ayer el ensayista y filósofo Tomás Abraham: “Los dilemas no tienen solución, requieren de decisiones; y toda decisión tiene un costo”.
A mes y medio de iniciado el frío, la Provincia reacciona y reflota ahora el plan de ahorro energético de 2004, que pide cinco por ciento de recorte a los hogares. No resuelve el problema de fondo, pero es al menos un gesto.
Quizá no sea tan costoso repartir así las cargas de la crisis. Pero hay que animarse a decir las cosas por su nombre.